Artículo de opinión de Juan A. García Galindo sobre El Libro de la Fiesta

Mi querido y admirado compañero y maestro Juan Antonio García Galindo –catedrático de periodismo de la Universidad de Málaga– escribe en La Opinion sobre El Libro de la Fiesta:

«Hablamos de un patrimonio único, singular, diferencial, que se hunde en las raíces de nuestra historia (..) una manera de ser y de vivir testimonio vivo de nuestro pasado y de nuestra historia común en este rincón de España.

Por eso, la Fiesta no necesita apellido. Como otras manifestaciones culturales, la Fiesta se basta a sí misma, es una sola, la Fiesta con mayúsculas. La Fiesta de los Verdiales. Y en ella se sumerge el fotógrafo con el rigor del historiador y la mirada del antropólogo, mostrándonos en acción los lugares, la Fiesta, los fiesteros, los artesanos, las pandas, los estilos, los maestros y las escuelas»


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LA FIESTA
*Juan Antonio García Galindo 30.04.2017 | 01:57

Ha caído en mis manos, regalo de su autor, El libro de la Fiesta, Verdiales de los Montes de Málaga, obra de Jorge García Rojas Dragón, amigo de juventud, excelente persona, y un gran intelectual comprometido con la cultura y con su tierra. Periodista, fotógrafo, escritor, editor, antropólogo, Jorge García Rojas o Jorge Dragón, como muchos le conocen, es un hombre al encuentro de la cultura, un intelectual inquieto en permanente relación dialéctica con su territorio, en el que ahora vive inmerso rodeado de la naturaleza que da sentido a su vida y a su obra. Preocupado por los orígenes y por el transcurso del tiempo, encuentra en la historia de la cultura y de las manifestaciones artísticas una justificación para explorar con detalle una parte esencial de las raíces de nuestra cultura, rescatando con su pluma y con su cámara el testimonio aún vivo de una fiesta ancestral.

La tensión que en la actualidad experimenta la cultura entre lo local y lo global, como si fueran antagónicas, producto de una concepción errónea e interesada del hecho cultural que trata de imponer el estereotipo frente a lo singular y la mercancía frente al hecho diferencial, se inclina en muchas ocasiones del lado del cliché y de la producción en masa, relegando al olvido manifestaciones y productos culturales de incalculable valor que trascienden cualquier frontera, pese a su origen local. Es en este punto en el que el autor sale al rescate de la obra, uniéndose a las iniciativas editoriales que en ese mismo sentido se han llevado a cabo en Málaga, cuna de los verdiales. Autores como Miguel Romero Esteo, Antonio Mandly, José Manuel Molina, Andrés Jiménez Díaz, Gabriel Marín, Pepa Guerra y Pepe Luque Navajas, entre otros, han escrito sobre la fiesta de verdiales desde distintos puntos de vista (musical, etnográfico, histórico, cultural, etc.), sumándose a la importante labor de difusión realizada desde los medios de comunicación, o de formación en las escuelas de verdiales existentes.

En Málaga, los verdiales siempre han formado parte de nuestro entorno cultural, y han sido cita obligada para muchos malagueños cada final de año en su fiesta mayor, pero el riesgo de desaparición de esta fiesta puede ser grande si el apoyo a su preservación no se mantiene, o si este apoyo está condicionado por los vaivenes políticos. Hablamos de un patrimonio único, singular, diferencial, que se hunde en las raíces de nuestra historia, que atrae la atención de curiosos y de expertos, de propios y de ajenos, y que no es solo patrimonio musical y de folklore, sino que es testigo antropológico de una forma de ocio y de encuentro en el mundo rural, y una manera de ser y de vivir testimonio vivo de nuestro pasado y de nuestra historia común en este rincón de España.

Por eso, la Fiesta no necesita apellido. Como otras manifestaciones culturales, la Fiesta se basta a sí misma, es una sola, la Fiesta con mayúsculas. La Fiesta de los Verdiales. Y en ella se sumerge el fotógrafo con el rigor del historiador y la mirada del antropólogo, mostrándonos en acción los lugares, la Fiesta, los fiesteros, los artesanos, las pandas, los estilos, los maestros y las escuelas. El libro de la Fiesta es un libro gráfico, pero en el que la fotografía narra y cuenta con detalle lo que las palabras no alcanzan. Y en el que no falta la magistral introducción del autor, experto en un tema que conoce desde niño cuando, como a tantos otros niños de su época, su padre lo llevaba cada 28 de diciembre a la Venta del Túnel, sembrando en él –como describe el propio autor- los sonidos de la Fiesta.

Páginas interiores / Inner Pages

El libro es, en suma, un extraordinario documento de la Fiesta, una gran aportación a su conocimiento que posee además una estética muy cuidada y la intensa expresividad del blanco y negro en su extenso repertorio gráfico que se inicia en los años setenta y que llega a la actualidad. La esmerada publicación de Ediciones de El Chaparral nos permite igualmente disfrutar del libro, y esto no es cosa menor en los tiempos del digital, por un singular atractivo que llama nuestra atención y atrae nuestros sentidos. Vaya pues mi enhorabuena al autor.

*Juan Antonio García Galindo es catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga

Publicado en La Opinión de Málaga: http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2017/04/30/fiesta/927166.html

Celebración de la Ermita de Verdiales 2017

Como cada año, las Pandas de Verdiales de Montes se reúnen en la Celebración de la Ermita de Verdiales, verdadero Día Grande de los Montes de Málaga.

Este año han sido catorce las pandas que han participado:   Moclinejo, El Manantial, Primera del Puerto, Teatinos, La Torre, Bataná, Jotrón y Lomillas, Gálica, Montes del Guadalmedina, Santa Catalina, Isabel Portillo, Mangas Verdes, Baños del Carmen (de estilo Comares), y Santo Pitar.

Hizo un día magnífico, propiciador de buenos encuentros entre amigos, y hubo arroz suficiente para todos.

 

Ermita de Verdiales 2017

LAS FOTOS:

  1. La Virgen de los Dolores, llevada a hombros por fiesteros y vecinos de los Montes de Málaga, recorre el antiguo camino real alrededor de la Ermita de Verdiales.
  2. Las Pandas, como aquí la de Santa Catalina, acompañan a la Virgen durante el recorrido.
  3. Panda El Manantial
  4. Panda Santa Catalina
  5. Javier Álvarez, cantaor y guitarra, y José Antonio Postigo Martín, violín, detrás Antonio Fajardo, guitarra, de la Panda Primera del Puerto
  6. Manolo Portillo, de los Frasquetes, Panda La Torre
  7. Salva Marina, Panda de los Baños del Carmen
  8. Jose Fernández Cruzado, Rubio, Panda Santo Pitar
  9. Panda de Moclinejo
  10. Panda Jotrón y Lomillas
  11. Panda Jotrón y Lomillas
  12. Panda Isabel Portillo

 

El Libro de la Fiesta. Verdiales de los Montes de Málaga

Acueducto de San Telmo: el monumento que recorre la ciudad de Málaga

¿Te imaginas en una ciudad un monumento más grande que su catedral, más grande que su edificio más grande, un monumento tan, tan grande que no quepa en la ciudad misma? Algo así podríamos imaginar si le dedicamos un poco de la atención que merece al Acueducto de San Telmo de Málaga, una obra de ingeniería hidráulica singular realizada en tiempos de Carlos III por el arquitecto José Martín de Aldehuela, autor -una década más tarde- del majestuoso Puente Nuevo de Ronda.

Son ya 230 años los que han pasado por sus 30 acueductos y 33 puentes, y por las fuentes, arcas y alcubillas que se distribuyen a lo largo de sus casi once kilómetros de recorrido; 230 años y aún ofrece servicio, ya que el Acueducto de San Telmo sigue nutriendo con sus aguas a siete fincas situadas en la parte alta de su recorrido antes de internarse en la ciudad a la que dio de beber, convertido ya (desde 2009) en un monumento con todas las de la ley.

Hoy vamos a recorrer el acueducto de la mano de su actual guarda Javier Aguilar, al que acompaña su padre Enrique Aguilar, guarda mayor honorario, que fue durante 40 años el alcalde de aguas encargado de la distribución y turnos de riego, de que el cauce estuviera en buen estado, incluso de resolver posibles conflictos en los turnos de uso del preciado bien. Javier es hoy el último guarda de esta institución y desde la Asociación de Amigos del Acueducto de San Telmo es una de las voces más comprometidas con la conservación de tan importante patrimonio.

La toma de aguas

El acueducto nace en un azud cerca de la aldea de Los Gámez, en la zona del Pantano del Agujero; el lugar reúne todos los elementos del Locus amoenus, el paisaje natural idealizado: agua que corre, un bosquecillo de ribera con eucaliptos, chopos y un pequeño cañaveral, una cabaña abandonada…lo sentimos como lugar de paseo y a su vez como lugar para una infancia feliz.

El acueducto es básicamente una acequia descubierta que lleva el agua de riego-a su vez fuerza motriz para los molinos ligados al cauce-, y bajo ella, un canal cubierto encargado de llevar el agua potable a la ciudad sedienta, en uso hasta mitad de la década de los años 60.

A corta distancia del nacimiento del cauce está el Arroyo Humaina que es salvado mediante un hermoso puente, la primera obra de envergadura del Acueducto de San Telmo. Llegamos a él desde la glorieta existente en la salida de la A-45 al pantano del Agujero. El puente sobre el Arroyo Humaina tiene cuatro ojos, 75 m. de longitud y 15 m. de altura y por él vemos correr el agua, como si el Acueducto quisiera recordarnos que funcionalidad y belleza no están reñidas y pueden ir de la mano.

Molinos de San Telmo

Seguimos bajando hacia la ciudad hasta encontrar, frente al Jardín Botánico de La Concepción, el puente de Arroyo Hondo (de 45 m. de longitud y 15 m. de altura) y los Molinos de San Telmo, los dos primeros que se construyeron.

Aunque ya no están en uso, se encuentran muy bien conservados; gracias a la amabilidad del propietario del Molino nº 1 pudimos conocer su jardín, donde encontramos acacias, nogales y un almez de gran porte -ya bicentenario- posiblemente el más alto de la ciudad. En el edificio principal, el molino conserva aún la maquinaria que lo movía; al pasar a su patio interior nos impone su presencia una noria de gran tamaño, que por problemas en su eje nunca llegó a entrar en funcionamiento. 

Los Molinos de San Telmo es lugar conocido por senderistas y ciclistas ya que están situados a escasos metros de una de las puertas de entrada al Parque Natural de los Montes de Málaga: el camino de 6,7 kms que lleva al Cortijo del Boticario.

 

Ya en el tramo urbano, en la zona alta de Ciudad Jardín, encontramos la construcción de más envergadura de todo el trazado, el puente sobre el Arroyo Quintana, conocido como Puente de los Once Ojos, de 180 m. de longitud. Ante el peligro de desplome de algunos de sus arcos, el puente fue sometido en 2009 a una necesaria restauración y hoy en día lo podemos contemplar en todo su esplendor: podríamos decir que solo le falta que pase el agua por él; recientemente se están desarrollando obras de ajardinamiento y acondicionamiento con la creación de paseos perimetrales.

El Acueducto de San Telmo mantiene su presencia en la zona de Mangas Verdes con puentes sobre el Arroyo Melero y el Arroyo Aceitero, pero conforme se adentra en el núcleo urbano sus elementos se hacen menos visibles.

El Acueducto entonces parece invitar a buscar su traza y a (re)conocerlo, puerta abierta para conocer la ciudad que cruza, invitación a valorar todos esos elementos que, como un esqueleto, están bajo su piel, casi ocultos pero ofreciendo sostén. Ese sería el caso del Arca principal, en la confluencia de calle Postigos y Carrera de Capuchinos, con su carácter de capilla callejera, o de la fuente de calle Los Cristos, de 1790 que pide atención y exige agua. El recorrido de una a otra nos hace pasar por la Iglesia de San Felipe, del siglo XVIII, y el Museo del Vidrio y Cristal, ambos merecedores de una detenida visita. Y junto a la fuente, en calle Ollerías, el Centro Cultural Provincial, custodio del Legado Temboury que atesora una importante colección de fotografías antiguas del Acueducto.

Quizá porque admite tantos puntos de vista, tantas formas de mirar, quizá porque además de bello es útil, el Acueducto de San Telmo es el gran desconocido; aprendiendo a conocerlo y reconocerlo contribuiremos a su conservación.

 

 

 


Este reportaje lo publicamos originalmente  en la web de vacaciones españa.es,  el 29 de abril de 2014

 

Fiesteros, «Fotos Antiguas»

Un amigo me trajo el otro día, el uno de abril, unas pocas fotos que se encontró por esos montes, más o menos entre el Partido de Verdiales, el Partido de Ventalarga y el Partido de Santa Catalina.

Como él entiende mucho de fotos me dice que calcula que pueden tener doscientos años o un poco más, aunque un amigo suyo, Cándido, le dice que pueden ser del tiempo de los moros (aproximadamente).

Las fotos estaban muy estropeadas, con muchos arañazos y muchas manchas, pero las he puesto aquí por si alguien ha escuchado hablar alguna vez de estos fiesteros.

Seguro que a más de uno le sonarán esas caras ¡quién sabe si pueden ser nuestros lejanos parientes! Lo que está muy claro es que llevan muy buena fiesta.

Y me dice mi amigo que va a seguir dando vueltas por los Montes, por si encuentra más.

((( 🙂 )))

¡Nos vemos en la Ermita!

LAS FOTOS

  1. Ermita de Verdiales
  2. El teléfono móvil toma una imagen de recuerdo, de un momento especial de la Panda Primera del Puerto, en 2014, en la puerta de la Ermita de Verdiales. El tiempo no se detiene y las distintas generaciones encuentran su acomodo en una gran panda.
  3. Pepe Lagarto y su violín, al frente de la Panda Mangas Verdes llegando a la Ermita en 2015.
  4. José M. Cuenca, violín en la Panda Santa Catalina, en 2016.
  5. Sebastián Machanes, o Bachanes, cantaor y platillero en la Primera del Puerto, en 2015.
  6. La Panda Isabel Portillo, en el «cuartillo jondo» de la Ermita en 2013. Canta Lidia López, al pandero, Juan Palomo
  7. La Virgen de los Dolores, recorre el antiguo camino real en torno a la Ermita de Verdiales, en la Celebración de 2013.

 

Hace doscientos años «o más», no existía aún la fotografía ni las gafas de sol ni los móviles; la imagen digital nos permite jugar con ella añadiendole manchas, arañazos, alteraciones de color y todo lo que se nos ocurra… para «envejecer» una foto; valga este texto de más arriba como cariñoso guiño a tantos –como uno mismo– enamorados de las fotos «antiguas».